El catalanismo social y federal del siglo XXI

EL CATALANISMO SOCIAL Y FEDERAL DEL SIGLO XXI

Conferencia de Miquel Iceta

I·lustre Col·legi de l’Advocacia de Barcelona, 29.10.15

 

Buenas tardes,

Quiero agradecer en primer lugar al Colegio de Abogados la oportunidad de expresarme desde esta tribuna y también dar las gracias a todos los que habéis venido hoy a escucharme.

He querido hacer esta conferencia cuando ya hace un mes de las elecciones al Parlament de Cataluña para hacer balance de lo que ha pasado en estos 30 días y para explicar cuál es el camino que los socialistas proponemos a los catalanes y las catalanas en los próximos meses y años.

El pasado martes, mientras preparaba esta conferencia, se produjo un hecho muy grave: Junts pel Sí y la CUP presentaron una propuesta de resolución que pretenden aprobar en el Parlamento los próximos días y sobre la que me quiero pronunciar de forma rotunda. LA RESPUESTA ES NO. Ni hablar.

NO A DIVIDIR A LOS CATALANES

NO A SALIR DE LA LEGALIDAD DEMOCRÁTICA

NO A UN PROCESO SECESIONISTA UNILATERAL

NO, NO y NO, porque esta posición no tiene el aval mayoritario de los ciudadanos de Cataluña, porque sitúa Cataluña al borde del abismo y porque rompe radicalmente con la trayectoria del catalanismo político que quiero reivindicar.

 

Ante una propuesta como ésta sólo hay una respuesta: votar en contra y no caer en la trampa de legitimar un debate que no tiene otro objetivo que subvertir la legalidad democrática vigente. Por lo tanto no presentaremos ni una propuesta nuestra, ni haremos enmiendas a la misma. No tendría ningún sentido.

El resultado de las elecciones del 27 de septiembre ha dibujado un escenario político en el que el PSC está en condiciones de recuperar su función original. Como dije, se acabó la época de limitarse a resistir, es momento de pasar a la ofensiva.

El PSC nació para defender los intereses de las clases populares en un proyecto político, a la vez socialista y catalanista. Somos socialistas y somos catalanistas por las mismas razones, decíamos. Un catalanismo integrador que evitara una sociedad dividida entre los catalanes de origen y los catalanes de adopción. Reivindicábamos y reivindicamos la unidad civil del pueblo de Cataluña. Cataluña somos todos y todas. No nos resignaremos al desgarro de la sociedad catalana en mitades irreconciliables. Somos herederos y defensores del carácter transversal e integrador del tronco central del catalanismo político.

Por tanto, nos opondremos encarnizadamente a cualquier deriva que ponga en riesgo la convivencia. Y salir de la legalidad democrática, como proponen Junts pel Sí y la CUP, es la mayor amenaza a la convivencia que en democracia se pueda imaginar.

Permítanme una cita de Enric Fossas y Espadaler en un artículo publicado hace dos días en El País: «Ni legitimidad democrática ni Estado de derecho. La propuesta de resolución no es una declaración unilateral de independencia, es una declaración de insurgencia que sitúa el proceso fuera del mundo civilizado». Fin de la cita.

No es menos severo el juicio de Fran Caamaño, contenido en el artículo que publica hoy en El Periódico de Cataluña, cuando nos dice: «Ni la democracia tiene precio, ni la convivencia ciudadana puede ser moneda de cambio de ambiciones personales o partidarias». Fin de la cita.

Por eso, después del 27S, el papel del PSC es aún más necesario. No sólo por el más de medio millón de catalanes y catalanas que confiaron en nosotros, sino también por el aval a la propuesta de diálogo, negociación y pacto como único camino para resolver nuestros problemas. Por eso quiero reivindicar con rotundidad el catalanismo social y federal, el proyecto político del socialismo catalán.

Un socialismo catalán que es hoy la primera fuerza parlamentaria de izquierdas y la primera fuerza parlamentaria catalanista no independentista.

Fieles al mandato democrático ya nuestros valores, ejerceremos plenamente las funciones que nos corresponden y no nos dejaremos arrastrar por peligrosas dinámicas frentistas. Pero cuando haya que decir SI o decir NO de forma inequívoca, lo haremos sin complejos y sin miedo a coincidir con unos u otros. Lo que está en juego es demasiado importante y no hay margen para la especulación política de carácter electoralista. Les anuncio, pues, que utilizaremos todos los instrumentos a nuestro alcance, incluyendo el recurso ante el Tribunal Constitucional para que esta propuesta de resolución no salga adelante.

Señoras y señores,

Después de esta introducción, la primera reflexión que quiero hacer es que, en mi opinión, esta legislatura ha nacido muerta.

Tiene fecha de caducidad. Y no son 4 años, como debería ser, ni siquiera 18 meses como nos propone la candidatura ganadora.

La legislatura nace muerta tanto en el caso de que Mas consiga ser investido como si no. La amalgama que supone Junts pel Sí y una alianza frágil y contra natura con la CUP no pueden proporcionar ni la estabilidad política ni el pulso firme en la acción de gobierno necesarios; ni tampoco la capacidad de diálogo, negociación y pacto con las instituciones españolas que Cataluña necesita como el aire que respira.

Hay que notar, además, que el impacto de la pesada losa de las densas sospechas de corrupción, que estos días se ha hecho presente de forma arrolladora, será muy probablemente demoledor.

Pretender que el Parlament de Cataluña tramite los próximos meses leyes de estructuras de Estado y que éstas sean negociadas con el Gobierno de España para facilitar la independencia es inverosímil. Y la rotura unilateral de la legalidad democrática es altamente peligrosa, potencialmente letal para el autogobierno de Cataluña.

Quiero recordar que yo mismo, en nombre del PSC, le ofreció al Presidente Mas hace un año la estabilidad parlamentaria necesaria para agotar la anterior legislatura y no depender de las prisas y el radicalismo de ERC y la ANC para convocar nuevas elecciones y proclamar unilateralmente la independencia.

Nosotros nos ofrecimos para que el presidente Mas agotara la legislatura y pudiéramos ver todos juntos qué oportunidades ofrece el nuevo escenario político español que se abrirá tras las elecciones del próximo 20 de diciembre.

Éramos y somos partidarios de esperar a ver el nuevo mapa político español que será sin duda, pase lo que pase, más favorable para la negociación de los temas que realmente importan: una mejor financiación para Cataluña -que a veces hemos denominado pacto fiscal -, el reforzamiento competencial como forma de profundizar el autogobierno en cuanto a lengua, educación, cultura y derecho civil, el reconocimiento de la singularidad nacional catalana, e incluso los 23 temas que, hace más de un año , el presidente Mas puso sobre la mesa del presidente Rajoy sin obtener ninguna respuesta.

Esta agenda nacional no se puede separar de los otros tres grandes objetivos de país: la reactivación económica y la creación de puestos de trabajo; la defensa del Estado del bienestar, en particular la sanidad pública, la educación pública y los mecanismos de protección social; y la lucha contra el fraude fiscal y la corrupción en el esfuerzo para regenerar nuestra vida pública.

Y en estos puntos es, en mi opinión, donde teníamos la posibilidad de tejer acuerdos con el Gobierno de la extinta CiU. Pero desgraciadamente Mas rechazó el entendimiento con el PSC y se abandonó definitivamente en los brazos de ERC, convocando elecciones con carácter plebiscitario y definiendo una hoja de ruta de imposible aplicación.

En el año 2012 Mas no obtuvo los resultados esperados y ligó su suerte a ERC. El año 2015 tampoco ha obtenido los resultados que esperaba porque, si bien ha ganado las elecciones, ha perdido el plebiscito que él definió y, en un salto en el vacío, parece decidido a ligar su suerte a la CUP, una fuerza política que, ayer mismo, suspendía una reunión con Junts el Sí para negociar la investidura de Mas a causa de una operación judicial contra sectores anarquistas.

Más allá de la polvareda de la inmediatez política, los temas realmente importantes para Cataluña, que han sido sacrificados por la precipitada hoja de ruta independentista, siguen siendo considerados muy importantes para una parte relevante de los electores tradicionales de CDC, que hoy se encuentran políticamente huérfanos. Muchos de ellos votaron a Junts pel Sí confiando sinceramente en una negociación política con el Gobierno de España. Hoy, si han leído la propuesta que Junts pel Sí ha acordado con la CUP, habrán comprobado cómo la vía de la negociación ha sido definitivamente enterrada por parte de Mas, Junqueras y la CUP en beneficio de una confrontación institucional de la que no puede salir nada bueno para Cataluña ni el resto de España.

Creo que no digo nada que la gente no sepa si afirmo que, hoy, una parte importante de los referentes locales y dirigentes de CDC, incluidos varios Consejeros del Gobierno en funciones, están perplejos y muy preocupados por la deriva que están tomando los acontecimientos.

Esta preocupación radica en la convicción de que la obsesión del actual núcleo duro que controla CDC con el «proceso» subestima la fuerte erosión que están sufriendo, después de haber roto UDC, de haber disuelto la Federación de CiU y haber desconcertado buena parte de sus bases tradicionales con el radicalismo político que los caracteriza hoy.

Ciertamente CDC estaba ya embarcada en un proceso de refundación, obligado en parte por los graves casos de corrupción hoy investigados en un calvario de actuaciones judiciales que parece lejos de haber terminado. Pero para muchos antiguos votantes de CiU la refundación no exigía subsumirse en la amalgama de Junts pel Sí y, menos aún, quedar supeditados al proyecto antisistema de la CUP.

La sociedad catalana necesita un potente partido de centro derecha catalanista como ha sido tradicionalmente CDC, del mismo modo que necesita una potente socialdemocracia catalanista como la que quiere representar el PSC.

Si CDC deja libre este espacio que, hasta hoy, era capaz de aglutinar a sectores conservadores, liberales e, incluso, socialdemócratas moderados o social liberales, serán otros partidos los que la ocupen defendiendo proyectos políticos catalanistas de orden que no quieren transitar el precipicio de la independencia unilateral. De hecho, algunos sectores de la sociedad catalana tradicionalmente cercanos a CDC empiezan a interesarse por el mensaje del socialismo catalán, capaz de reivindicar simultáneamente autogobierno y progreso, sin ceder a populismos ni a aventurismos.

Somos conscientes de la necesidad de ampliar el espacio político del PSC, y pensamos hacerlo hacia la izquierda y hacia el centro, intentando atraer a todos aquellos que renuncien a radicalismos estériles y que piensen que Cataluña, después de haber perdido ya cinco años sin obtener avances, no puede permitirse el lujo de perder más tiempo sin resultados. Este es mi objetivo como líder del PSC.

Como les decía, el Presidente Mas rechazó el ofrecimiento socialista de estabilidad parlamentaria para lanzarse a lo que él denominó unas elecciones plebiscitarias sobre la independencia.

Supongo que mucha gente recuerda su intervención veraniega en la Diputación Permanente del Parlamento justo antes de las elecciones cuando Artur Mas decía, y creo citar textualmente, «la noche del 27 S se contarán los SÍES y se contarán los NOES» y remachaba el clavo a lo largo de la campaña electoral que se dirige especialmente a la gente de Catalunya Sí Que Es Pot (y quiero saludar desde aquí el amigo Lluis Rabell), cuando decía: los que no voten a favor de las candidaturas independentistas serán contabilizados como NOES, junto con José María Aznar.

Y, mira por donde, resulta que, se mire como se mire, el presidente Mas ha perdido su plebiscito en los términos en que lo planteó. Ha ganado las elecciones y ha perdido el plebiscito.

En dos ocasiones ha querido contar cuántos independentistas había (el 9N y el 27S) y en ambas ocasiones hemos constatado que el independentismo reúne muchos catalanes, muchísimos, pero no es mayoritario. Votos Sí-Sí el 9 de noviembre: 1.897.000; votos de Juntos el Sí y la CUP el 27 de septiembre: 1.957.000.

Por eso digo, hoy y aquí, con rotundidad y con todas las consecuencias, que el PSC considera legítimo que Junts pel Sí gobierne si logra el apoyo de la CUP para la investidura, pero que no consideraremos democráticamente legítima ninguna de las iniciativas legislativas o normativas que el Gobierno o el Parlament eventualmente desarrollen en el camino de la independencia y, por tanto, nos opondremos por todos los medios a nuestro alcance.

Un análisis desapasionado de los resultados electorales del 27S nos lleva a la conclusión de que hay vida política más allá del independentismo. Que existe una mayoría social -que no parlamentaria, entre otras cosas por las disfunciones de nuestro sistema electoral- que no tiene la independencia como horizonte y que se ha expresado a través de una pluralidad de opciones que han recibido más votos que el independentismo.

Así pues, llegados a este punto, poco más de 30 días después de las elecciones, hay que preguntarse: ¿Y ahora, qué?

Pues, básicamente, hay dos opciones.

La primera, la de Artur Mas, que ya he descrito: plegarse a las exigencias de ERC en 2012 y, ahora, adoptar de forma oportunista el programa antisistema de la CUP.

Una opción que sitúa a Mas y sitúa a Cataluña en un callejón sin salida.

Digámoslo claro: con la disparatada hoja de ruta perfilada en la reciente Propuesta de Resolución Junts el Sí y la CUP será imposible negociar con el Gobierno de Rajoy, con un eventual Gobierno PP-Ciudadanos, y con un Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez.

Lo subrayo: un Gobierno socialista de España, es decir, del PSOE y del PSC, no negociará el contenido de la propuesta de resolución presentada el martes, ni leyes de estructuras de Estado, ni Ley de Proceso Constituyente, ni la de transitoriedad Jurídica ni sobre nada que se le parezca.

Lo expresaré de otra manera para que quede bien claro: en el marco de la Constitución y de la legalidad democrática, los socialistas estamos dispuestos a hablar de todo y con todos hasta la extenuación para encontrar una solución y un acuerdo sobre la manera en que Cataluña se encuentre cómoda dentro de España. Y, evidentemente, consideramos que sustituir a Mariano Rajoy y el PP en el Gobierno de España será un primer paso para buscar una solución y un acuerdo.

Pero los socialistas catalanes y españoles no negociaremos sobre cómo Cataluña puede irse. No sólo ni principalmente porque nosotros no nos queremos marchar, sino porque los ciudadanos de Cataluña han dicho en las urnas mayoritariamente que no quieren separarse del resto de España. Han votado mayoritariamente a las opciones políticas que queremos encontrar una solución, no a las que quieren una ruptura. Y eso sin tener en cuenta que una proporción de los votantes de Junts pel Sí lo que quieren es forzar una negociación y un acuerdo que los dirigentes de Junts pel Sí, con iniciativas como la presentada el martes, hacen del todo imposible.

El encaje de Cataluña en España no es un problema catalán o de Cataluña. Es un problema español. Yo diría que es EL PROBLEMA de España (de hecho, lo dije en una conferencia en Madrid durante la campaña electoral y celebro que ahora también lo diga Mariano Rajoy. Bienvenido sea. Un poco tarde, pero bienvenido sea, después de haber fabricado más independentistas que nunca después de cuatro años de inacción). Por tanto, la solución a este problema, sea la que sea, hay que buscarla con el conjunto de los españoles.

Y, que nadie se equivoque, del mismo modo que los socialistas creemos que la «cuestión catalana» es un problema político que debe resolverse políticamente y no por la vía judicial (he dicho muchas veces que hay que derrotar el proyecto político independentista con proyectos políticos que sean mejores), también creemos que cuando las leyes democráticas se incumplen deliberadamente o cuando una institución -se diga Parlament de Catalunya o se diga Govern de la Generalitat- propone abiertamente desobedecer la legalidad democrática, esto debe tener inevitablemente consecuencias jurídicas.

Y, por si quedan dudas, lo diré más gráficamente: si alguien es procesado por desobedecer gravemente las leyes democráticas de manera premeditada, nosotros no nos manifestaremos para darle apoyo. Estaremos apoyando a los que velan por el cumplimiento de las leyes democráticas. Porque somos escrupulosamente demócratas y, por tanto, respetamos el Estado de derecho.

Analizado retrospectivamente, mucho me temo que el presidente Mas adelantó las elecciones al Parlament sin esperar a las elecciones generales porque no se planteó seriamente la posibilidad de negociar con el Gobierno de España. Si no, no se entiende. Como tampoco se entiende que alguien que quiera negociar pueda plantear una propuesta de resolución tan descabellada como la presentada el martes por Junts pel Sí y la CUP.

No me cansaré de decirlo: ganar las elecciones habilita para gobernar, no para saltarse la legalidad democrática y llevar a Cataluña por el pedregal.

Los catalanes, haya sido cuál haya sido el sentido de su voto, tienen derecho a que se invista un presidente y se forme un gobierno capaz de gobernar.

Gobernar para dar respuesta a las necesidades de la sociedad, y especialmente a las necesidades más urgentes, las que no pueden esperar. Gobernar para desarrollar un programa electoral que, en el caso de Junts pel Sí, seguimos sin conocer y mucho menos si se acordará con la CUP. Los integrantes de Junts pel Sí tienen el derecho y la obligación de intentarlo, así como de asumir su fracaso si no lo consiguen, así como las consecuencias de todo orden de su actuación.

Como ya he dicho, no creo que, en las actuales condiciones, la estrambótica combinación de Junts pel Sí y la CUP pueda proporcionar ni la estabilidad, ni la acción de gobierno, ni la capacidad negociadora que los catalanes necesitan y merecen.

Retomo el hilo de mis reflexiones. Antes he dicho que había dos opciones. La segunda opción, que sospecho que a la luz de lo ocurrido esta semana es del todo improbable, es que Artur Mas y lo que sea capaz de mantener de Junts pel Sí abandonen formalmente la deriva secesionista unilateral y, en este caso, esperen a negociar con el nuevo Gobierno de España los temas que antes ya he mencionado: una nueva financiación para Cataluña, un reforzamiento de competencias, reconocimiento de la singularidad nacional de Cataluña, y los 23 puntos del documento del gobierno. Un escenario así permitiría un juego más abierto de acuerdos y alianzas.

Espero que después de lo que he dicho se entienda mejor mi afirmación de que la legislatura ha nacido muerta.

Señoras y señores,

Permítanme ahora que explique los motivos por los que el PSC quiere pasar a la ofensiva política para recuperar su papel central en la política catalana.

Estoy convencido de que el panorama que he dibujado hace unos instantes conducirá sus aventureros protagonistas a un gran batacazo y al fracaso, con un elevado coste para Cataluña. Intuyo que, a continuación, se producirá un natural movimiento de reflujo político por el que una parte significativa de los electores que hace un mes han dado su apoyo a Junts pel Sí, pensando que con su voto serviría para negociar un nuevo acuerdo con el Gobierno de España, irán asumiendo que han sido víctimas de un gran engaño y volverán a buscar ofertas políticas que, con los pies en el suelo, estén en condiciones de alcanzar este acuerdo que desean. Un acuerdo que mejorará el autogobierno, la financiación y el reconocimiento de las aspiraciones nacionales catalanas.

Es decir, volverán al catalanismo no independentista. Al catalanismo político de la mejor tradición que tan beneficioso ha sido para Cataluña y para el conjunto de España: el catalanismo del diálogo, la negociación y el pacto. Sin renuncias sobre los objetivos, pero con pragmatismo para lograr avances factibles y seguros.

Por este motivo, además de intentar ganar las elecciones generales para sustituir a Mariano Rajoy por Pedro Sánchez, el papel del PSC en los próximos meses, el papel que pienso desarrollar, la tarea a la que me pienso dedicar en cuerpo y alma, es la de trabajar para que en Cataluña se conforme una nueva mayoría social capaz de alcanzar los objetivos del catalanismo social y federal.

Quiero contribuir a configurar colectivamente una «Alianza por la Sensatez (el Seny) y por el Catalanismo«, un proyecto transversal que debe ser compartido por todos aquellos partidos políticos, entidades de la sociedad civil, organizaciones sindicales y empresariales, referentes culturales y asociativos, personas de referencia que, desde diferentes ópticas políticas y sensibilidades, tengan como objetivo para los próximos años aparcar utopías imposibles y sumar esfuerzos en torno a 3 grandes prioridades:

Prioridad 1.

Dotar al país de estabilidad institucional y política, sin la cual Cataluña perderá inexorablemente fuelle y prosperidad.

Nosotros no queremos frentes ni maniqueísmo. No queremos buenos y malos. Si estuviéramos en campaña diría que no queremos indios y vaqueros. Nosotros aspiramos a que la pluralidad política que existe en la sociedad catalana se traslade al Parlament de manera natural y que el catalanismo no independentista vuelva a ser transversal, integrador y ampliamente mayoritario.

Esto requiere de una reconfiguración del mapa político. En este sentido, asistimos con interés al esfuerzo de reconstrucción de Unió Democràtica -y aprovecho para saludar a su secretario de Organización, Benet Maimí, que nos acompaña-, así como la evolución de los sectores de CDC que no quieren hipotecar su proyecto a las exigencias de ERC ni mucho menos a las de la CUP, a sectores de izquierdas que se sienten huérfanos y algunos de los cuales añoran el papel central que jugó el PSUC. Y hay que tener presente también que no podemos prever si Junts pel Sí resistirá a las tensiones provocadas por su propio programa político.

No creo que sea bueno excluir a nadie de este esfuerzo, pero es obvio que los que defienden una secesión unilateral o los que niegan que haya problemas en la relación entre Cataluña y el resto de España porque dicen que no hay ningún problema, no podrán sentirse cómodos en este planteamiento.

Ciertamente es un planteamiento en el que no deben borrarse las lógicas diferencias entre sectores conservadores y progresistas, y por eso hablo de reconfiguración del mapa político.

Queremos convertir la pluralidad política que existe en la sociedad en una ventaja competitiva; en un escenario en el que sean posibles diferentes alianzas. Como se hace en otros países, especialmente en aquellos a los que decimos que nos queremos parecer: Holanda, Dinamarca, Alemania…

Alianzas que permitan la geometría variable y la alternancia, o grandes coaliciones en su caso. Alianzas en las que, más allá de los programas electorales, haya la capacidad de acordar programas de gobierno una vez celebradas las elecciones.

Programas de gobierno que, a su vez, permitan la formación de gobiernos estables y sólidos que puedan desarrollar una acción de gobierno que sea digna de este nombre y pueda ser evaluada por los electores.

Y, en este escenario de alianzas y alternancias, el PSC puede y debe tener una enorme capacidad de pacto.

Huelga decir que el PSC priorizará el desarrollo de políticas progresistas y que ojalá pueda hacerlo de acuerdo con otras fuerzas de izquierdas.

Prioridad 2.

Trabajar juntos las administraciones públicas, los empresarios y los sindicatos para establecer los grandes acuerdos que permitan aprovechar la recuperación económica para crear puestos de trabajo y reducir las desigualdades.

No hace falta que me extienda mucho sobre este punto. A lo largo de la campaña electoral he hecho propuestas al respecto. Sólo haré unos apuntes.

El crecimiento económico no está asegurado. Los factores de incertidumbre sobre el conjunto de la economía mundial y española y catalana son muy elevados. A modo de ejemplo, este verano hemos visto cómo las turbulencias financieras y bursátiles de la economía china han contagiado la economía mundial, especialmente los países emergentes, y han provocado una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento económico. Y hemos comprobado, también, hasta qué punto las dudas y preocupaciones presiden la actuación de la Reserva Federal norteamericana, que ha decidido posponer la anunciada subida de los tipos de interés por miedo a abortar la frágil recuperación económica.

En nuestro país, cualquiera que haya seguido las informaciones de las últimas semanas sobre la crisis de determinadas empresas en Cataluña (Solvay, Valeo, Autoliv) o los problemas de SEAT entiende perfectamente la importancia de lo que estoy diciendo.

Prioridad 3.

Conseguir que Cataluña se encuentre cómoda en España.

¿De qué manera se puede encontrar cómoda desde una perspectiva catalanista?

Nosotros, ya saben ustedes, tenemos nuestra propuesta: la reforma constitucional federal, cuyas líneas maestras presentó ayer Pedro Sánchez en Madrid.

¿Hay otras soluciones posibles? Claro que sí. Los amigos de Unió, los amigos de Iniciativa tienen muchas ideas interesantes al respecto. También trabaja la gente de Podemos.

Hablemos sobre estas ideas. Trabajémoslas juntos, hagamos amplios acuerdos para ganar fuerza al negociarlas. Sumemos. No nos dividamos, especialmente mientras atendemos las prioridades 1 y 2, que lo son para la inmensa mayoría de los catalanes.

¿Con quién queremos trabajar para construir juntos la Alianza por el Seny y por Catalanismo?

Pienso en todos aquellos que, sin renunciar a sus aspiraciones sobre cuál debería ser el futuro de Cataluña, estén dispuestos a trabajar, en el horizonte temporal de los próximos años, sobre los puntos que acabo de mencionar.

Insisto. No se trata de que nadie renuncie a nada.

Este es un proyecto que quiere hacer un ejercicio de sumas temporales para lograr unos objetivos muy concretos, no de renuncias a los principios de cada uno.

No queremos que nadie tenga que renunciar a sus objetivos finales sobre el modelo de sociedad, el modo en que se ha de distribuir la riqueza o sobre el rol de Cataluña en el mundo. Lo que queremos, simplemente, es acordar un nuevo marco de trabajo político que sea mayoritario y, sobre todo, que evite el desgarro de la sociedad catalana, entendiendo que, entre las fuerzas políticas y sociales que convengan a compartir este nuevo marco, se producirán alianzas parlamentarias diferentes y variables (como he mencionado antes) que conformarán gobiernos y oposiciones.

Estoy convencido de que, pasada la etapa del arrebato (la rauxa) y el exceso de emociones, con los conceptos que he señalado como bases de la Alianza por el Seny y por el Catalanismo se deberían encontrar cómodos la mayoría de los catalanes.

Las prioridades definidas permiten que se puedan sentir cómodos muchos electores que han optado por fuerzas políticas muy diferentes. El espíritu de la Alianza por el Seny y por el Catalanismo que propongo debería, por ejemplo, de poder atraer a personas que han votado socialista, o que habían votado socialista en el pasado, personas que votaron Unió, Ciudadanos, Catalunya Sí Que Es Pot , y también a una parte significativa de personas que votaron Junts pel Sí.

Con respecto a este último supuesto, estoy pensando en todos aquellos y aquellas que han creído que la negociación para lograr la independencia era más fácil y posible que la negociación para profundizar el autogobierno y que, visto el peligro de seguir la ruta trazada por Junts pel Sí y la CUP, lleguen a la conclusión de que hace falta un «reset» para dejar pasar pantallas a tanta velocidad, aparcar el independentismo y volver a la corriente central del catalanismo histórico.

No es necesario que nadie abandone su opción, pero sí que hay que abrir perspectivas de cambio y de diálogo, hay que empujar hacia acuerdos bien amplios para hacer avanzar las cosas. Se necesitan personas que no se resignen a un permanente empate de impotencias que no lleva a ninguna parte, personas que no quieran una confrontación sin sentido, personas que consideren que hay problemas cuya solución no admite demora.

No me estoy dirigiendo, ahora, a los partidos. Con unas elecciones generales a menos de dos meses y quién sabe si con unas nuevas elecciones al Parlament el próximo mes de marzo, ningún partido está dispuesto a ceder en cuestiones de principios ni a suscitar dudas en cuanto a sus perspectivas electorales.

Me dirijo a toda la ciudadanía, a la opinión pública. Los que no se resignan a perder más tiempo en una deriva que no sólo no nos ha llevado ningún avance sino que tiene costes importantes y ahora amenaza con llevarnos al desastre.

Muchas cosas tienen que cambiar para enderezar la actual situación. También el Partido de los Socialistas debe cambiar. Estoy dispuesto a liderar los cambios necesarios, para representar mejor nuestros electores, para ensanchar nuestro espacio político y electoral, para buscar las complicidades de la Alianza por el Seny y el Catalanismo, para volver a ser un gran partido útil para la gente.

Pero el esfuerzo para cambiar las cosas en la dirección esbozada desborda las fronteras de los partidos políticos, la tenemos que hacer muchos, muchos que demasiado a menudo y en voz baja dicen «así no vamos a ninguna parte». Quiero que sepan que no están solos.

Que el Partido Socialista es consciente de esta realidad, y que está dispuesto a cambiarla, cambiando él mismo, y con todos aquellos sectores y personas que quieran contribuir a un futuro libre y seguro, próspero y justo por el pueblo de Cataluña.

Muchas gracias, señoras y señores.

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